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- Gala de Entrega de Premios: XLVI CONCURSO INTERNACIONAL DE CUENTOS DE GUARDO
Publicado : Ayuntamiento de Guardo
12 de junio de 2017
Gala de Entrega de Premios: XLVI CONCURSO INTERNACIONAL DE CUENTOS DE GUARDO.
Pregonero Literario: Enrique Gómez Crespo, Director de la Sección de Literatura del Ateneo de Palencia
Lectura de Cuentos Ganadores.
Recital a cargo del joven percusionista Elías Blanco del Prado.
Organiza: Grupo Literario Guardense.
Lugar: Salón de actos de AMGU C/ El Carmen.
Colabora: Ayuntamiento de Guardo, Diputación Provincial de Palencia, Desarrollos Porcinos de Castilla y León, Caja España y Diseño Promail
PREGÓN LITERARIO
VENIR A CUENTO: LA
FICCIÓN CONTRA LA MELANCOLIA
Alcalde del excelentísimo
ayuntamiento de Guardo, Diputado provincial, concejales y vecinos de Guardo.
Comienzo, si me lo permiten ustedes, con una confesión, en este caso, de un
defecto personal totalmente confesable: he sido toda mi vida de inclinación
natural al ímprobo y absolutamente inane trabajo de pensar las cosas en exceso.
Afortunadamente, el maligno furor pensante, llegó a su fin en el año 2006, cuando
me encontré con un libro que se titulaba precisamente Pensar y con su autor, Vergilio Ferreira. Aseguraba este profesor
portugués, que las razones, todas las razones, son unas invitadas que siempre
llegan tarde, que la razón no era nunca el amo, sino el esclavo de lo que le es
anterior e insondable, y entonces, tras este afortunado encuentro con la
palabra, el nudo, mi nudo, se aflojó. Pero de nuevo he vuelto a caer en la
trampa del pensamiento tozudo, precisamente ahora, cuando he querido conocer
las razones ignotas por las cuales esta maravillosa anomalía social, que se
llama Grupo Literario Guárdense, ha podido imaginarse, y pongo el acento en
este significante, imaginarse, que yo era la persona adecuada para estar hoy
aquí leyendo este pregón literario. Como decía el poeta Antonio Gamoneda,
cuando le concedieron el Premio Cervantes en el año 2006, esta situación se
sitúa para mí en el espacio de lo increíble y he querido creer entonces, para
no perderme en la oscuridad, que algo de los afectos andaba pululando por aquí.
En cualquier caso gracias, muchas gracias por este amabilísimo error; es para
mí un honor compartir con todos ustedes este rato con ocasión de las fiestas de
San Antonio y de la entrega de la cuadragésimo sexta edición del Concurso
Internacional de Cuentos de Guardo.
Con toda la
complejidad que conlleva, soy consciente de ello, y ya saben que para Unamuno
la conciencia era una enfermedad, pretendo en estos minutos llevar a cabo una operación
de riesgo, una suerte y como no podía ser de otra manera, breve, de elogio al
cuento ya la figura del cuentista, también nominado en la otra orilla
transatlántica, con las hermosas palabras de cuentero o cuentón. Cómo imaginarán,
no me voy a referir al cuentista en su versión golfa, tramposa o cleptómana,
que tanto abunda ahora, sino al que, siguiendo la segunda acepción del
Diccionario de la Real Academia, narra o escribe cuentos, entendiéndose por
cuento, el relato corto, en sus versiones más o menos fantásticas, más próximas
o más alejadas de eso que denominamos la realidad, pero desde luego, siempre
imaginarias.
Sin embargo, si
hay algo que se adapte mal a los argumentos de naturaleza ontológica es el
cuento. Quiero decir, que el cuento se define mal, que es algo vago que se
escapa con frecuencia a los intentos del hombre por saber que es, aunque no por
ello, sea definitivamente incognoscible. Quizás nos podamos acercar, aproximar
como mucho, a través de sus características, de sus rasgos y efectos. Más allá
de su extensión, aparecen otros términos que nos pueden ayudar en este intento
destinado al fracaso. Casi todos los autores hablan en algún momento de
tensión, intensidad, concisión expresiva, estructura cerrada en comparación con
la novela, iluminación, capacidad de perturbar al lector, concentración de la
trama, riesgo. Y si casi todos están de acuerdo, algo de esto habrá.
Y volvamos al elogio. Deseo hacerlo,
en primer lugar, para deshacer agravios y
enderezar entuertos, muy españoles por ciertoambos, tanto, como el
quijotesco y noble anhelo de la restauración del bien. Como ya sabrán ustedes,
en España, el género del relato corto, siempre ha sido considerado un hermano
menor de la novela, casi una propedéutica preparatoria para poder dar, con suerte,
el salto a la ficción de largo recorrido.
Los cuentistas y sus fieles lectores saben, sabemos, que esto no es así,
que la infravaloración de esta narrativa de muy larga tradición, tiene que ver
sobre todo con una miradaequivocada y displicente a la ficción breve en nuestro
país.Y en este punto, y para no hundirme en las aguas como Lucia Joyce, buscaré
el auxilio de los grandes, que atesoran seguro, algo del saber. Jorge Luís Borges
defendía que de todos los géneros literarios, el más elevado era el del cuento
y que la novela le parecía una exageración. Decía exactamente: “Desvarío laborioso y empobrecedor el de
componer vastos libros; el de explayar en quinientas páginas una idea cuya
perfecta exposición oral cabe en pocos minutos. Más razonable, más inepto, más
haragán, he preferido la escritura de notas sobre libros imaginados”. Y sin
abandonar Hispanoamérica, en concreto la Argentina, país rebosante de
seductores cuenteros de acentos melifluos, nos encontramos con otros
interesantes autores. Ustedes conocen que en esta zona del mundo, el relato
corto está considerado como una de las grandes artes literarias y no como un
género menor. Julio Cortázar, con ocasión de unas clases de Literatura que
ofreció en la Universidad de Berkeley en 1980, en las que el autor de Rayuela
ofrece sus opiniones sobre el noble arte de escribir, y que fueron
publicadaspor Alfaguara en una excelente edición en el 2013; decía, que Julio
Cortázar, el gran escritor de cuentos fantásticos, aseguraba que en esa zona
del mundo el cuento era el género más valorado y no sólo por los escritores
sino sobre todo y especialmente por los lectores. Decía otras muchas otras
cosas muy interesantes en relación con el cuento y con el relato, como que los
escritores latinoamericanos escribían cuentos porque eran demasiado perezosos
para afrontar largas novelas, o que le daba vergüenza firmar sus cuentos porque,
al proceder de sus propios sueños, parecía que se los habían dictado, que él
era únicamente, una suerte de médium o mero transmisor. Me parece interesante
esta relación entre los cuentos y el desconocido mundo onírico, pero como hoy
obliga el género, me debo a la brevedad y no entraré en este asunto. Les recomiendo
no obstante la lectura completa de estos cursos.
Y cómo no voy a
citar, si de ensalzar al cuento se trata, al gran Antón Chejov, ese médico ruso
que con sana ironía dijo que la medicina era su esposa legal y la Literatura en
cambio solo su amante. Pues bien, cuenta
José Andrés Rojo en un artículo en el País, que cuando Leon Tolstói, leyó el
maravilloso cuento de Chejov titulado El
monje negro, un cuento que publicó en 1894, y que narra la historia de un filósofo
llamado Kovrin, que se enamora locamente de la hija de un labrador y al que le
comienzan a perturbar repentinamente unas visiones espantosas; pues bien, el
autor de Guerra y Paz, al leerlo exclamó con arrobo ¡Qué hermoso es! ¡Ah, qué
hermoso es! y dice el articulista en una maravillosa frase final que: “el autor que amaba las grandes historias se
rindió de nuevo ante lo pequeño”.
En España y en la actualidad, el
premiado cuentista andaluz, Hipólito González Navarro, asegura, y cito verbatim,
que “El cuento es el género grande de la
narrativa, contrariamente a lo que muchos piensan. El cuento, como la poesía,
es el territorio donde una lengua, un idioma, puede alcanzar sus más altas
cotas de perfección. Pero solo es posible lograrlo cuando las palabras
arriesgan hasta el límite, abrazándose de varias maneras en el borde mismo de
un precipicio”. Y es cierto, el
relato corto, quizás por su brevedad y concisión, somete al lenguaje a una
tensión desconocida en los formatos más largos de la narrativa; y cuando se
alcanzan estos límites, esos territorios, parece que todo es posible; algo similar
ocurre en la lírica.
Pero sigamos con los elogios. Dice la
cuentera madrileña Cristina Cerrada que “el
cuento es algo muy breve, muy pequeño, pero que alude a algo muy grande”. Y
claro, surge inmediatamente la pregunta por la naturaleza de eso tan grande a
lo que alude. Y me parece a mí, que aquí tocamos algo de lo que Gustavo Martín
Garzo denomina el eterno misterio del corazón humano. ¿Qué sería de nuestra existencia, de nuestra
vida, sin los cuentos ni los cuentistas?, ¿qué sabríamos del alma de los
hombres, de los secretos y los enigmas que nunca deberían ser resueltos?, ¿de
los deseos inconscientes que siempre están detrás, agazapados, de los amores imposibles y locos, de nuestras
sombras y miserias?, ¿qué sabríamos del mundo escondido que vive junto al
aparente de la razón?.
Todas nuestras zonas oscuras son
iluminadas por las ficción a través de las palabras, del lenguaje, porque nada
existe si no existe previamente en el lenguaje; incluso como dice Félix de Azúa,
ni siquiera lo que es el sol, enjaulado por la palabra, sabemos en realidad que
es; hay algo que se escapa a las palabras, un resto no atrapable por ellas. En
definitiva, las palabras autorizan a todas las cosas a existir.
El psicoanalista francés Jacques
Lacan, definió lo real, en contraposición a lo simbólico e imaginario, como
aquello que no puede ser simbolizado a través de las palabras y por tanto,
fuera del lenguaje, se convierte en insoportable y traumático para el hombre,
que entonces, enferma sin saberlo de realidad. Las palabras confunden es
cierto, cómo dice Martín Aduriz, hablando no se entiende la gente, pero también
humanizan, al igual que los cuentos, y estos, no sirven precisamente para huir,
para escapar de la realidad, sino más bien para poder entrar en ella y asumirla
a través de sus verdades mentirosas. Insisto, ¡qué sería de nuestra vida sin la
función civilizadora de los cuentos y relatos!, ¡sin las fábulas mentirosas!.
Compartiríamos entonces la negra y triste soledad del cosmos.
Decía George Macdonald, el maestro
cuentista de Aberdeen, Escocia, que los cuentos de hadas eranpara aquellos
lectores que, independientemente de su edad, aún no habían perdido la inocencia
y Paul krugman, el Premio Nobel de economía, ha llamado a este inicio del siglo XXI, la
década del Gran Cero,sencillamente porque no ha traído absolutamente nada bueno
para la humanidad; quizás lo peor de todo, haya sido la definitiva pérdida de
esa inocencia de la que hablaba Macdonald, al contemplar lo peor del alma
humana. Es probablemente la parte menos deseable de la transparencia que
reclamamos, que vemos demasiado, como en el panóptico de Bentham y no sabemos
cuanta realidad podremos soportar.
“¡La
pizza nunca llega en veinticinco minutos! ¿No me quisiste para siempre, no es
cierto!. El mapa no encerraba ningún tesoro de un millón de Pavos, sólo
calderilla, las vueltas del tabaco, los céntimos de los días”. “Estas son
nuestras vidas. Esto son los relatos”, dice la cuentista Esther García
Llovet, identificando en este caso, el cuento con la peor realidad.
Sin embargo, abiertos definitivamente nuestros
ojos, descreídos de todo, vivimos precisamente ahora un momento feliz para el
relato corto también en España. Parece, que hartos de la insoportable realidad,
cuando precisamente más nos recomiendan abrazar el pensamiento apocalíptico,
necesitamos, también más que nunca, cuentos para no enfermar de tristeza y
cansancio. Adquiere entonces la literatura un cierto poder curativo, quizás,
junto con un puñado de palabras bondadosas, como defendía Freud, aun mayor que
el de las nuevas pastillas contra el sufrimiento.
Fruto de ello, las grandes
editoriales, como Anagrama, Seix Barral, Random House o Alfaguara, están
apostando fuertemente ahora por este género. Destaco sin duda un libro
excepcional de relatos, hay otros sin duda: Manual
para mujeres de la limpieza de Lucía Berlin, con un muy notable prólogo de
Lydia Davis, en que dice que las historias de
la Berlin, son eléctricas, vibran y chisporrotean como unos cables
pelados y la mente del lector, seducida y fascinada, recibe la descarga. Y me
pregunto, ¿si no deberían ser así todos los cuentos y relatos, chisporroteantes
como una descarga eléctrica? Hace poco, el 20 de mayo de 2017, apareció un
artículo en internet en que se decía que nuestras librerías se están llenando
de cuentistas y lo celebro. Como celebro también que en Palencia tengamos una
de las mejores editoriales en esto de publicar narrativa breve, la editorial
Menoscuarto, en concreto, en su colección reloj de arena.
No quiero terminar sin felicitar y
dar la enhorabuena al ayuntamiento de Guardo y al Grupo Literario Guardense.
Son ya cuarenta y seis ediciones de este magnífico Concurso Internacional de
Cuentos. Si no me equivoco, que pudiera ser, se han presentado para esta
edición trescientas veintidós obras de casi todas las provincias españolas y de
varios países. Trescientos veintidós cuentos que han tenido que ser recibidos, leídos
y valorados. El trabajo no es pequeño y lo llevan realizando más de cuatro
décadas.
Me decía Julia Estrada, concejal de
este ayuntamiento y miembro del grupo literario, que este concurso es el más
antiguo de España. Celebro sobre todo que en estos difíciles momentos, donde
todos los odios se están despertando peligrosamente, que un grupo de mujeres y
hombres, inasequibles al imperante desaliento en lo social, no crean en eso que
tanto se repite como una triste letanía,
que no merece la pena hacer nada por nadie, y apuesten tan decididamente
por seguir fomentando el lazo social de la mejor manera, con las buenas
palabras y la buena Literatura, para conseguir que, a pesar de todas las dificultades,
su comunidad sea mejor, más culta, más ilustrada y más amable.
Y termino a lo Trapiello, diciéndoles
que nadie puede vivir sin que le cuenten cosas, y algunos, tampoco sin
contarlas. Los cuentistas son esos maravillosos sabios encantadores de los
libros de caballería, que cuando aparecían en la narración, todo lo increíble y
fabuloso se hacía posible. Que siga siendo así, que nos sigan contando cuentos
y que vivan los cuentistas. Muchas gracias.
Actuación musical de Elías Blanco en la Gala
Actuación musical de Elías Blanco en la Gala
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